martes, 7 de octubre de 2008

PASEO A LAS VEGAS DEL RIO CHAMA

PASEO A LAS VEGAS DEL RIO CHAMA

Las vacaciones escolares o los sábados eran momentos oportunos para visitar las vegas en el río Chama en el sector de Lagunillas de Mérida en Venezuela, muy temprano en la mañana con mis amigos quedábamos en vernos en la plaza Bolívar para desde allí iniciar el paseo al sitio seleccionado. Desde el pueblo hasta el río Chama recorríamos la distancia de diez kilómetros en bajada bastante pronunciada que atravesaba por campos con clima semi desértico y vegetación serófila en la que sobresalía: cuji, mamones, castañetos, cactus de diversas especies, guazábaras. La fauna del área estaba representada por: paraulata, cucarachero, guainis, perdis, paloma torcasa, paloma pequeña, azulejo, turpial, lagartijo, culebra coral, iguana, camaleón.
En esa época de mil novecientos sesenta y ocho la travesía la realizábamos transitando una trocha de tierra que llegaba hasta el sector de La Alegría, corríamos desaforados por la ventaja que nos ofrecía la pendiente del camino y el clima fresco de la mañana, aunque sentíamos el fragor de la radiación solar y la temperatura ambiental incrementándose en la medida que el día trascurría, hasta alcanzar los veinticinco grados Celsius en promedio, condición ésta que hacen del lugar apreciado por personas de la tercera edad, los climatólogos comparan este clima con el de la región del Mediterráneo.
Llegábamos a La Alegría desde allí bajábamos, siempre corriendo, por serpenteantes caminos angostos, llenos de tierra y piedra que hacían cada tramo resbaladizo, por lo que trastabillábamos en algunos casos perdíamos el equilibrio, con los que nos heríamos las rodillas, el rasponazo se intensificaba debido a que usábamos pantalones cortos, usanza de ese tiempo, los pantalones largos era un derecho que adquiría el joven generalmente al cumplir los dieciséis años o más, los que portábamos los pantalones cortos nos llamaban “sutes”.
Llegábamos a las vegas del río Chama , lugar en que se abría el cañón, en algunas partes en amplios valles y en otros más angostos, en esos lugares desde la época precolombina se cultivaban los terrenos gracias a la fertilidad y a la habilidad de los aborígenes para construir terrazas (andenes, andes), canales de riego y estanques para depositar agua; los conquistadores consiguieron abundante población sedentaria como la de Estanques, lugar de enfrentamiento y masacre de los naturales por parte de los europeos comandados por el Capitán Juan Rodríguez Suárez (Capitán de la Capa Roja, El Diablo) a su ingreso a la cuenca del río Chama, que él llamo Guadiana en el mes de octubre de mil quinientos cincuenta y ocho; los invasores consiguieron diversos cultivos entre los sobresalientes: tabaco, algodón, cacao que fueron la base de la economía y las relaciones de producción, social y cultural de las primeras centurias de la colonia en el lugar y en Venezuela; el lugar de estanques se constituyó en una encomienda y luego en la unidad agropecuaria denominada hacienda propia de la colonia y la república.
Los conquistadores se asombraron gratamente al conseguir la red de caminos bien diseñados, amplios y conectados con diversas áreas de poblamiento como lo muestra el intenso e importante comercio y tránsito de personas por esas vegas, los europeos se admiraron al ver como los locales atravesaban el río Chama en los lugares en los que el caudal se estrechaba y la corriente impedía el paso, para vahear el cause construían las tarabitas, objeto en forma de silla, elaboradas con madera resistente, amarradas con cabuyas construidas con fibras de fique, con las mismas producían otras gruesas y largas que atravesaban a ambos lados del río, amarrándola a los tallos de árboles fuertes, la silleta se colocaba en el mecate que recorría con una horqueta a manera de rodamiento, engrasaban la cabuya y la horqueta para que se despalzara con facilidad, con otro mecate amarrado a esos árboles los aborígenes se auto propulsaban o eran arrastrados por compañeros para lograr el desplazamiento deseado.
En las vegas nos divertíamos, comíamos abundantes, diversas y deliciosas frutas, chupábamos caña de azúcar, visitábamos trapiches en los que molían la caña de azúcar para beber guarapo, comíamos panela; nos bañábamos en las playas del río, pescábamos dorados y corronchos con los que preparábamos el sancocho, a las tres de la tarde retornábamos agotados, insolados pero con el deseo irrevocable de repetir la experiencia, pensaba en la reprimenda de mi amada Nona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno ver que la gente de Lagunillas se anima a escribir las anecdotas de su vida. La historia oral debe rescatarse para dar a conocer los valores autoctonos a los que no vivimos alli, pero sobre todo a los pobladores locales actuales que estan perdiendo su identidad local por el avance de la modernidad.