sábado, 4 de octubre de 2008

LOS JUEGOS EN SEMANA SANTA

LOS JUEGOS EN SEMANA SANTA.

Desde enero esperaba con ansia la llegada de la Semana Santa, esta época me entusiasmaba, todo comenzaba en la Cuaresma, era la cuenta en retroceso para disfrutar de las posibilidades que me ofrecía este tiempo del año. En Lagunillas de Mérida, Venezuela se acostumbra un conjunto de actividades culturales propias de los andes venezolanos, en estas festividades religiosas las distracciones se distribuían de acuerdo al sexo y la edad, los mayores preparaban diversos platos alimenticios, exquisiteces que eran la delicia de los comensales entre los que estaban: diversas presentaciones de pescado fresco y salado; granos y leguminosas; se preparaba la carne de chuiguire que es un mamífero que se reproduce en los llanos bajos venezolanos y colombianos, se considera el mamífero más grande del mundo; arroz, pasta, ensaladas, jugos endulzados con papelón; los más ricos postres: arroz con leche, dulce de toronja, dulce de lechosa.

Los hombres tenían una gama de distracciones: jugaban cartas: ajilei, nueve, treinta y uno, dados, bingo, domino, bolas criollas y el bolo. Los niños teníamos oportunidad para pasar momentos de esparcimiento como eran: el runche, el trompo, trique. Con varios días de anticipación a la semana mayor para diseñar el trompo que usaría, buscaba en los campos que rodeaban el pueblo un trozo de madera de un árbol que se caracteriza por ser duro y pesado, escogía con preferencia la madera del naranjo y del cínaro, elaboraba por mi cuenta el juguete debido a que era más fuerte y pesado, con lo que resistía mejor los piquetes de los trompos rivales, a lo que llamábamos quinos, a su vez el golpe de mi trompo producía daños nefastos en los juguetes rivales, llegaba hasta partirlos en dos de un quinazo, mi trompo era más sereno, certero en el baile y en la pica, lo más importante manifestaba mi creatividad e iniciativa al personalizar lo más que podía mi instrumento de juego. Participaban dos o más jugadores que demostraban la pericia y la habilidad, en oportunidades recorríamos con la troya hasta una cuadra en lances de bailadas del trompo y piquetes.

Otro juego interesante que practicaba era el runche, objeto plano, con dos orificios en el centro por los que se introducía un cordel que se amarraba entre si por ambos extremos, la cuerda se colocaba entre los dedos de la mano, con movimientos de extensión y contracción con sentido rotatorio el runche adquiría velocidad por lo que ruznaba al cortar el aire, los más prácticos producíamos ritmos y música con el movimiento del juguete. Lo construía con chapas de refrescos y cervezas carbonadas, machucaba la tapa con una piedra sobre otra que hacía las veces de yunque, lo dejaba bien aplanado y lizo, el orillo lo amolaba para dejar el juguete en condiciones de combatir en las más terribles batallas, era emocionante carearlos, es decir chocarlos con el del contrario con el fin de cortar la cuerda, con ello se obtenía la victoria definitiva y total, ese final del careo se constituía en un momento de riesgo y peligro para los participantes y mirones, que siempre habían muchos, el runche salía disparado hiriendo al desprevenido.

Jugaba trique, juego elemental y a la vez complejo por la capacidad mental y manejo de la lógica que la diversión exige, para generarlo rallaba un cuadrado sobre una superficie plana y liza, el cuadrado lo trazaba con líneas en forma de X, haciendo coincidir los extremos de las rayas con los ángulos del cuadrado, lo mismo en el centro del cuadrado tanto horizontal como vertical con lo que la figura geométrica quedaba dividida en partes iguales; cada jugador participaba con tres fichas, que las juega de forma intercaladas, un participante a la vez, colocadas las tres fichas los jugadores desplazan en un turno intercalado una pieza hasta colocar sus tres unidades en línea como se explicó, gana la partida el jugador que logre colocar en línea sus tres piezas, que puede ser de forma horizontal, vertical y diagonal.

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