jueves, 2 de octubre de 2008

EL ENCUENTRO CON LOS FANTASMAS

EL ENCUENTRO CON LOS FANTASMAS

Que si existen los fantasmas¡¡¡¡.Me lo dicen a mi que viví la experiencia sensorial de un encuentro extrasensorial no se de qué tipo, ocurrió con un ente que no era persona, animal o causado por la acción de un agente físico, me encontraba en la casa vecina a la de mi Nona en Lagunillas de Mérida en Venezuela. En los pueblos de los andes venezolanos se mantenía la tradición de la aparición de fantasmas, que pasaba de generación a generación, las leyendas y mitos venían del país rural, sin electricidad, con poca y mala educación, extrema pobreza; algunas historias de origen indigena y otras traídas por los europeos conquistadores.
Esa noche mi cuñada me solicitó que acompañara a su familia, debido a que su esposo estaba de viajes, en ese momento tenía diez años, las personas que acompañaría estaba conformado por cinco mujeres y un bebe de meses. Desde pequeño tuve reservas con respecto a lo que ocurría en la casa vecina, dos muertes extrañas, la de los propietarios ocurrieron allí, generando rumores entre los vecinos, vagamente recuerdo que el finado enterró una vasija con morocotas de oro en algún lugar de la casa, en una oportunidad que obreros estaban reparando la construcción, uno de ellos la consiguió, en ese momento no rezó, ni cumplió con el protocolo que se acostumbra en esa circunstancia, escondió el recipiente con las monedas, al regresar en su búsqueda, consiguió un montón de cenizas, con rabia y frustración la pateó y las dispersó. El tiempo transcurrió, los que habitaron ese lugar manifestaron observar y sentir experiencias extrasensoriales que los afectaba y los perturbaba al punto de desalojar la casa.
Como todos los días jugué hasta agotarme, practicaba el ladrón librado, escondite, quemado, a las de la noche, me llamaron para acostarme, me bañé con agua fría, me lave los dientes y me acosté cansado en la habitación que me asignaron. La casa tenía el diseño típico de las construcciones coloniales, el zaguán de ingreso hasta el patio central en torno al cual, construyeron las habitaciones y las áreas de servicio, con la particularidad que las habitaciones se comunicaban entre ellas por puertas internas y con el patio con otra puerta, tenía un pasillo hacia el solar.
En la madrugada las jóvenes que dormían en una de las habitaciones, irrumpieron en mi aposento, abrieron la puerta que daba hacia el patio con brusquedad, asustado y sin saber que ocurría, las mujeres gritaban y lloraban, nos reuníamos en la habitación en la que estaban mi cuñada, su hermana y el bebé, allí estábamos todos nerviosos e inquietos. Oía ruidos extraños en el interior de la casa: la habitación principal que ocupaban las jóvenes tenía empotrado en la pared un closet de madera, claramente escuche el ruido de las puertas del mueble lanzadas con fuerza, movían las cama, en la cocina manteníamos un barril de metal para depositar agua, en razón de las fallas del acueducto, tumbaron el envase con agua al suelo el agua corrió, los platos, ollas y enseres de la cocina los tiraron, los sonidos fueron claros e inequívocos; en el comedor la mesas y las sillas de pantri producían ruido al desplazarlas, en el silencio de la noche el ruido ampliaba la intensidad.
Oí una especie de murmullo, seco y constante, con las mujeres rezamos el rosario en alta voz, lo que pareció enfurecer el ente, éste se acercó a nuestra habitación, sentí que ingresaba, el murmullo se aproximó, en ese momento el bebé lloró, el llanto no fue provocado por su madre o alguna de las mujeres, lo cierto es que de forma inmediata, lo que fuera que estaba afuera se alejó, continué oyendo ruidos en la casa hasta que amaneció.
Le conté a mi Nona la experiencia de la noche, ella con su sabiduría me respondió que se trataba de animas errantes, que no consiguieron la luz para ingresar a la dimensión que les corresponde, luego en una reparación que hicieron en una de las habitaciones consiguieron restos de huesos, trajeron al sacerdote que bendijo la casa con lo que los ruidos desaparecieron.