miércoles, 1 de octubre de 2008

EL PESEBRE EN LA CALLE LA ALAMEDA EN LAGUNILLAS

EL PESEBRE EN LA CALLE LA ALAMEDA EN LAGUNILLAS

La tenacidad y la constancia son dos valores que conducen a logros el éxito en la vida, a lo anterior se le agrega la fe y la esperanza los objetivos se dan por seguro, eso fue lo que ocurrió con la iniciativa de la Nona que se propuso la organización del pesebre comunitario en la calle la Alameda, en Lagunillas de Mérida, Venezuela.
Todos los años desde que recuerdo, meses antes de diciembre se iniciaba en la familia la dinámica de los preparativos para el proyecto anual del pesebre comunitario, dos días antes del montaje del pesebre, momento en el que se activaba mi participación directa, la de otros amigos y la de la comunidad de la calle la Alameda. Ayudaba a barrer y lavar el piso de la choza en la que se organizaba el pesebre, acompañaba al grupo de personas que recogían materiales para darle forma a los paisajes y formas que constituían el pesebre: chamizos, raíces, ramas secas. De las manos y mentes de los creativos plasmaban en un espacio de cuatro por tres metros: ríos, montañas, desiertos, cascadas, cuevas, bosques y lagos; paisajes que se combinaban y se convertían en el marco ideal para el nacimiento del Niño Jesús.
Desde el veinte de diciembre tenía asignadas tareas para cumplir bajo la estricta disciplina de la Nona y mi deseo de ayudarla a cumplir su cometido con la fiestas cultural –religiosa, en la mañana regaba el musgo y los germinados de maíz y trigo, lleva la imagen del Niño Bendito que estaba resguardada en mi casa, en la tarde prendía las luces del pesebre, para apagarlas a las diez de la noche y regresaba la imagen a mi casa.
Cerca del quince de enero se llevaba a efecto la paradura del Niño Jesús, me asignaban tareas específicas durante esa noche, casi siempre representaba el papel de uno de los Reyes magos, me causaba risa vestirme de Rey negro, para lo cual me cubría de betún o tizne la piel de la cara y manos. Algunos años me evadía de la representación cultural, participaba en el desfile, llevaba en la mano una antorcha con la vela adentro, esto era motivo de juego, le quemaba las puntas de los cabellos a las muchachas descuidadas, les lanzaba triquitraques en los pies, o totes, le derramaba espelma caliente a los amigos en la piel; otras veces participaba en el coro que acompañaba a los músicos cantando villancicos y aguinaldos.
Con la llegada del niño, rescatado de su lugar de escondite se regresaba en procesión solemne al pesebre, allí se rezaba el rosario para parar al Niño Jesús, los presentes recibíamos un vasito con vino y una porción de biscocho llamado: biscochuelo una delicia que se consume por lo general en la época de navidad.
Finalizada la época de la navidad retirábamos los materiales con los que construimos el pesebre, botábamos los que no se reutilizarían en próximos años, guardábamos los que resistían a la venidera temporada. El Niño Jesús permanecía en un lugar especial en mi casa, allí todos venerábamos la figura del Divino Niño le pedíamos indulgencias e implorábamos por diversos solicitudes, yo le pedía que me ayudara con los estudios, lo que siempre me concedió.

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