lunes, 29 de septiembre de 2008

LAS NOCHES DICEMBRINAS EN MI PUEBLO

LAS NOCHES DICEMBRINAS EN MI PUEBLO

No tenía tiempo para fastidiarme, ni aburrirme a mi poca edad de siete años; la televisión recién había llegado a Lagunillas de Mérida en Venezuela, poco a poco se ganó el entusiasmo de las personas, en espacial la de los niños y jóvenes, que dejaron de ir al cine, hasta que el propietario tuvo que cerrar la sala de proyección varios años después, sin embargo en estos días de diciembre el artefacto en la sala permanecía apagado.
Las noches de Diciembre a partir del día veinte, se volvían agitadas muchos jóvenes y sus familias que estudiaban y trabajaban fuera de Lagunillas regresaban al pueblo a pasar las navidades, lo cierto es que a eso de las ocho de la noche la pequeña plaza Bolívar, que es el centro de la comunidad, se llenaba de algarabía, de bulla, de ruidos propios de la navidad; triquitraques, saltapericos, totes, luces de bengala, silbadores y recámaras que los más chicos lanzábamos a los pies de las muchachas que asustadas corrían lejos de las explosiones, el ambiente se llenaba del olor a pólvora.
En el centro de la plaza, alrededor del improvisado conjunto de gaitas los mozalbetes de ambos sexos cantaban y bailaban al ritmo de la música, que para ser sincero, en algunas canciones sonaba sin armonía y los cantantes desafinaban, mas los ojos hermosos, cabellos preciosos y rítmico andar de las chicas hacía que pasara desapercibido lo de la música.
Con un subir y bajar frenético los patinadores competían por ser los más veloces, los que saltaban más alto y lejos, los que hacían las peripecias y piruetas más rebuscadas; estrené los patines de cuatro ruedas que la Señora vecina llegada de Caracas me regaló, la que recuerdo con cariño, aprecio por su dulzura y bondad; todos estábamos presentes en esa pequeña plaza, apretujados haciéndonos notar, riendo, disfrutábamos de la fresca y estrellada noche, como ocurría con los que llevaban las carretas construidas con tablas y rodamientos usados de vehículos a las que se subían hasta veinte personas que recorrían endiabladamente a toda velocidad por la caminería abriéndose paso entre los paseantes con silbidos y cornetas improvisadas.
En las esquinas y lugares estratégicos se reunían los más atrevidos, los mayores de edad que entre los piropos a las muchachas que pasaban libaban: canelita, ron, brandi, miche claro y fumaban cigarrillos, ellos se contaban lo último sobre todo en política local y nacional.
En la medida en que la noche avanzaba la plaza se quedaba solo con los sempiternos borrachitos que repetían una y otra vez sus historias de beodos.

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