martes, 15 de julio de 2008

NUNCA ABANDONE LA MOCHILA

Consejos al aire libre - La primera pausa es la más importante
Cuando por la mañana se empieza a caminar por un sendero, a trepar una pared de roca, o a realizar cualquier a de las actividades comunes de los entusiastas al aire libre hay que pensar en la primera pausa porque probablemente determine si el resto del día va a ser bueno o malo.
NUNCA ABANDONE LA MOCHILA
Una de nuestras primeras paradas en el ascenso a una montaña para efectuar una completa revisión del equipo.
Esto no es una apología de la holgazanería, sino una medida eminentemente práctica: Si una mochila no está bien ajustada, si la carga no está bien distribuida, si los zapatos molestan o no quedan cómodos, son cosas que a muy poco de empezar se notarán y conviene corregir lo antes posible, pero para no detenerse cada cinco segundos esperando a que algún integrante de la excursión o actividad arregle sus pequeños problemas, lo mejor es caminar o trabajar por algunos minutos, luego detenerse y aprovechar esa pausa específicamente para arreglar todas las cosas que andan mal.
Sin importar qué tipo de mochila usted vaya a adquirir para sus aventuras al aire libre, le recomendamos que nunca la abandone. La razón más obvia para este consejo es que no se la roben; también hay que tener en cuenta que el equipaje no acompañado casi siempre es removido por temor a que se trate de un artefacto explosivo plantado por algún terrorista.
Pero particularmente al aire libre, dejar una mochila para supuestamente ir a encontrarla más tarde significa correr un gran riesgo inútilmente. En las montañas, en el medio de las dunas de un desierto, en la selva e incluso en la llanura, puede resultar difícil orientarse con suficiente exactitud como para regresar al mismo sitio que se abandonó unas horas o días antes.
En el caso de muchos paisajes, los detalles se repiten a pequeña y a gran escala, y resulta difícil tener una proporción y perspectiva adecuadas. Las dunas y las rocas son un ejemplo: sin tener alguna referencia, resulta difícil saber si son grandes o pequeñas a la distancia. Entonces, si se deja en algún sitio de estos a una mochila, aún cuando esté confeccionada con telas de colores brillantes y destacables, se corre un verdadero riesgo de no encontrarla después, con todo lo que eso puede significar.
Además, en una mochila hay que transportar lo que se necesita; ni más, ni menos. Si se tiene la sensación de que vale la pena dejar la mochila para - por ejemplo - buscar un camino, es que se está llevando demasiado peso. Cuando se camina por algún lugar salvaje, abandonar la mochila implica que se está llevando demasiado peso - lo que hace que uno empiece a pensar, precisamente en dejar la mochila y aliviarse, al menos por un rato - y además se comente una imprudencia de imprevisibles consecuencias, pues se está abandonando equipo que puede ser vital para la supervivencia.
Nunca se debe confiar en que se podrá regresar después; el cambio de iluminación al pasar las horas del día, la niebla, el mal tiempo, una nevada, una inundación o la crecida de un río pueden o bien ocultar la mochila de la vista, o bien impedir regresar hasta donde la misma se encuentra.
La excepción a esto la constituye, claro está, el campamento mismo. Allí se podrá dejar el equipo sin preocuparse demasiado; evidentemente que se debe conocer bien la ruta de regreso al campamento, porque sino, uno se arriesgaría a extraviarse. Pero un campamento, al ser más grande y ubicarse en un sitio con el cual al cabo de unas horas nos familiarizaremos fácilmente, presentará en general menos problemas.

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