LEYENDAS DE SENDERISTAS EN LOS PARAMOS MERIDEÑOS EN VENEZUELA.
Es la experiencia oída del actor de la misma, ocurrió en una excursión realizada a la Sierra Nevada de Mérida, en una laguna cerca del pico Humbolt. En la década del mil novecientos ochenta.
Ese día los excursionistas se dispusieron a pescar truchas de la especie de arco iris que en esas montañas son abundantes, en las lagunas apartadas y poco visitadas logran talla y peso hasta de cinco o más kilogramos.
Ese día ocurrió una fuerte tempestad con lluvia intensa, así como cayó granizo de tamaño regular.
El que cuenta la historia estaba arrimado cobijado bajo la superficie de la cornisa de una gran roca cercana a la orilla de la laguna; en ese momento el compañero pescó una trucha de gran tamaño más de cuatro kilogramos, para que no se le escapara, es práctica de los pescadores halar con fuerza el pez al sentir que tira de la cuerda del anzuelo, el animal quedó en el margen del depósito de agua con el riesgo que por los saltos regresara al agua, por ello el actor de la aventura, saltó con entusiasmo para capturar con las manos el producto de la pesca, al salir de la cornisa sintió u fuerte golpe en la nuca, como si una persona le hubiese proporcionado un golpe seco; adolorido viró para verificar quién fue la persona que le dio el golpe, con la extrañeza que no había nadie, ninguno de los amigos estaba cerca.
La otra alternativa fue que un pedazo de hielo le cayó en el cuello, sin embargo, al revisar el piso no se consiguió el trozo de hielo.
Lo cierto es que desde ese día el personaje centro de esta historia visita a las montañas con reservas, más que temor, respeto y consideración por las historias que cuentan de boca en boca desde hace muchas generaciones: el que las lagunas de los páramos son cuidadas por duendes, por espíritus chocarreros que guardan con celo los parajes para que los extraños no causen daños a la naturaleza y si lo hacen no salgan tan indemnes de su atrevimiento.
Es la experiencia oída del actor de la misma, ocurrió en una excursión realizada a la Sierra Nevada de Mérida, en una laguna cerca del pico Humbolt. En la década del mil novecientos ochenta.
Ese día los excursionistas se dispusieron a pescar truchas de la especie de arco iris que en esas montañas son abundantes, en las lagunas apartadas y poco visitadas logran talla y peso hasta de cinco o más kilogramos.
Ese día ocurrió una fuerte tempestad con lluvia intensa, así como cayó granizo de tamaño regular.
El que cuenta la historia estaba arrimado cobijado bajo la superficie de la cornisa de una gran roca cercana a la orilla de la laguna; en ese momento el compañero pescó una trucha de gran tamaño más de cuatro kilogramos, para que no se le escapara, es práctica de los pescadores halar con fuerza el pez al sentir que tira de la cuerda del anzuelo, el animal quedó en el margen del depósito de agua con el riesgo que por los saltos regresara al agua, por ello el actor de la aventura, saltó con entusiasmo para capturar con las manos el producto de la pesca, al salir de la cornisa sintió u fuerte golpe en la nuca, como si una persona le hubiese proporcionado un golpe seco; adolorido viró para verificar quién fue la persona que le dio el golpe, con la extrañeza que no había nadie, ninguno de los amigos estaba cerca.
La otra alternativa fue que un pedazo de hielo le cayó en el cuello, sin embargo, al revisar el piso no se consiguió el trozo de hielo.
Lo cierto es que desde ese día el personaje centro de esta historia visita a las montañas con reservas, más que temor, respeto y consideración por las historias que cuentan de boca en boca desde hace muchas generaciones: el que las lagunas de los páramos son cuidadas por duendes, por espíritus chocarreros que guardan con celo los parajes para que los extraños no causen daños a la naturaleza y si lo hacen no salgan tan indemnes de su atrevimiento.
1 comentario:
Hola, quisiera comunicarme contigo para que, por favor, me facilites cierta información sobre Mérida, por ser senderista puedes ayudarme. reporte4@hotmail.com.
Gracias
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