jueves, 25 de septiembre de 2008

ME HIRIERON CON UNA FLECHA EN LAGUNILLAS DE MERIDA VENEZUELA

ME CLAVARON UNA FLECHA EN LAGUNILLAS DE MERIDA EN VENEZUELA
No me quejo por el tiempo de mi infancia que viví en lagunillas de Mérida en Venezuela, durante esa etapa de mi vida disfruté de innumerables aventuras, todas me divirtieron y alimentaron mi curiosidad para conocer el origen e historia de mi terruño natal. Estaba interesado en conocer sobre las armas e instrumentos de trabajo que utilizaron los aborígenes en la época precolombina y a la llegada de los europeos a la región de los andes merideños. Me dirigí al terreno abierto a modo de parque en el que se encontraba la gruta en honor a la Virgen de la Inmaculada, mi objetivo fue buscar el pino ciprés que allí crecía, corté una de sus ramas para construir un arco que me permitiera lanzar flechas, como lo planificamos con el grupo de amigos.
La presencia de naturales en la región de los andes merideños data de varios miles de años antes del nacimiento de Jesucristo, durante el período Paleo indio, hubo grandes cambios climáticos en Venezuela entre los años 15000 al 5000 AC en la que se establecieron grupos de cazadores que vivían al aire libre formando pequeños grupos que se establecieron en los valles montañosos y las costas del noroeste viviendo a base de animales grandes.
Los primeros pobladores de Venezuela procedían de Norteamérica y eran descendientes de las primeras migraciones provenientes de Asia y trajeron consigo instrumentos de piedra y una incipiente tecnología lítica consistente en golpear una piedra contra el núcleo de otra para obtener un filo tosco y lascas.
En cuanto a la unidad social por excelencia de esta época eran las bandas constituidas por un número de entre 12 a 35 miembros que a su vez se agrupaban en colectivos más numerosos que alcanzaban de entre 100 hasta 500 miembros, el nomadismo caracteriza su forma de vida y se dan entonces las primeras manifestaciones artísticas pintadas o talladas en huesos o piedras (petroglifos). En el Período Neo indio (1000 AC/1500 DC), se produce un desarrollo de los asentamientos gracias al desarrollo de la agricultura que tuvo su máximo exponente en Venezuela con el desarrollo cultural de la tribu de los Timoto-Cuicas en la región de Los Andes, donde establecieron un intercambio cultural con el altiplano colombiano y los Andes centrales que les permitió desarrollar una cerámica simple, una arquitectura incipiente con la construcción de terraplenes para nivelar los terrenos para la agricultura y la creación de bóvedas(mintoyes) para guardar alimentos como los tubérculos y el maíz o enterrar a los muertos. Como lo muestran los restos de enseres utilizados por estos americanos entre los materiales conseguidos por antropólogos están; vasijas de barro cocido, mazos para guerrear, hondas para lanzar piedras, arcos y flechas.
La rama que corté al pino tenía diámetro de dos centímetros y de largo dos metros, me dediqué el resto del día a cortarle las ramas laterales y la corteza; con lija y navaja rebajé el diámetro y lo recorté a metro y medio de longitud. Lo coloqué sobre dos piedras en cada extremo, en la mitad le ubiqué piedras con lo que se arqueó. El día siguiente a media mañana visité la Capellanía, lugar cercano a mi casa en el que sembraban caña de azúcar, colecté varias docenas de espigas de la planta, todas rectas y uniformes en su diámetro, en mi casa, en el patio que funcionaba como una especie de taller, recorte las varas a longitud de de un metro, le abrí en uno de los extremos dos cortes en forma de cruz , en las ranuras le anexé plumas de gallina, en la otra punta le coloqué un clavo, a otras les coloque una chapa de refresco, la doblaba en forma de punta golpeándolo con piedras.
El madero luego de varios días de colocado bajo la presión de las piedras adquirió la forma curva, amarré ambos extremos del arco con un cordel fuerte de los de bailar trompos; terminé el arco, procedí a manipularlo, adquirí la habilidad en el lanzamiento de la flecha, me ejercité y logré fuerza en mis brazos, tensé la cuerda, coloqué la flecha, la sostuve entre mis dedos y el centro del arco, salió con fuerza hasta diez metros. Coloqué un cartón al que pinté varios círculos, lance muchas veces las flechas a esa diana, poco a poco mi puntería mejoró y aumenté la distancia del lanzamiento.
Con los amigos fui a la Calera, todos llevaron sus arcos y flechas correteamos lagartijos, iguanas y pájaros, lo cierto es que ninguno dio en el blanco; le lanzamos flechas a la corteza de los árboles; colocamos patillas, cartones y envases de metal sobre troncos, inventábamos torneos medievales de arqueros, para mi fue difícil alcanzar un puesto importante, me ubique entre los que menos pericia tenían; algunos de mis amigos, mayores en edad que yo y más corpulentos, me aventajaban en la práctica, otros usaban arcos construidos con mejor madera lo que los hacía más resistentes.
La práctica de la arquería, para mí llegó a fin de termino en el momento en que sin culpa uno de mis amigos que practicaba lanzamientos de flechas me clavo un dardo cuando me atravesé en la línea de práctica, con tan mala suerte que penetró mi estomago, quedé paralizado, tenía la vara clavada en mi cuerpo, así la flecha con mis manos, sangré medianamente, no me di cuenta que mi amigo se acercó, agarró la vara y la haló con fuerza, la extrajo; limpiamos la herida que no penetró en las vísceras, la punta del clavo no estaba oxidado, me lavé con agua oxigenada, mercurio cromo y me coloqué una bandita; mi Nona se enteró del accidente y tomó una medida salomónica que consistió en romper el arco y las flechas, me dio una tunda con el rejo de cuero de vaca, y me prohibió claramente el juego con el arco y la flecha, ese fue mi triste final de arquero medieval.

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