viernes, 26 de septiembre de 2008

EL TATUCO DE AVISPAS NEGRAS EN LAGUNILLAS DE MERIDA EN VENEZUELA

EL TATUCO DE AVISPAS NEGRAS EN LAGUNILLAS DE MERIDA EN VENEZUELA

Esta es otra aventura que disfruté en mi niñez en Lagunillas de Mérida en Venezuela, en los potreros que estaban detrás de mi casa, eran extensiones de pastizales, cuidados con esmero, en los que pastaban toretes para engordarlos y venderlos para el beneficio en la pesa, decenas de animales fueron engordados todos los años, las parcelas contenían aquí y allá árboles frutales de frutos con sabor exquisito, unos de origen americano otros venidos de diversas partes del mundo, entre los que recuerdo estaban: tamarindo, caimito, mamón, naranja agria y dulce, toronjas, lima, mandarina, pan de año, guamo, pomarrosa, puma gasa, sapotes, mangos, níspero.
Observar las plantas, el ganado, los cultivos de hortalizas, me hicieron pensar en las habilidades y experiencias en el trabajo agropecuario de los aborígenes que habitaron estos bares

Entre los pueblos Indígenas de América que tuvieron una economía propia basada en la agricultura se destaca el de raza Tatuy. El conuco constituía el dentro de dicha actividad y en relación a ella desarrollaron importantes técnicas agrícolas, consistentes principalmente en andenes o catafós, esto es terrazas de cultivo: también poseías silos para el almacenamiento de los frutos. Dichos silos se denominaban minyotes que servían al mismo tiempo de sepulturas. Para el regadío se valían de estanques artificiales que ellos nombraban chimpúes o quimpúes, así como de numerosas acequias para conducir el agua a sus barbechos y conucos. La recolección de sus cosechas era por medio de convites que llamaban callapas. Cultivaban maíz, papa, fríjol, batata, arracha o apio americano, cacao, curas o aguacates, churíes, auyamas, chirimías, curubas, guanábanas, guayabas, papayas, ajíes, achiote, parchita, chayota, juquián y tabaco.Posteriormente a la llegada de los españoles, se introdujeron otros cultivos como el de la yuca dulce, café (originario de Etiopía), arveja (Leguminosa del Sur del Cáucaso), cambur (provenientes de África), y caña de azúcar (Gramínea del Sudeste de Asia).

Acostumbraba visitar esos prados en horas de la tarde, momento en el que las aves, reptiles,, batracios e insectos iniciaban la preparación para resguardarse de las sombras y frío de la noche, en un sector de ese prado que se conformaba en depresión, que en época de lluvia se inundaba varios centímetros, convirtiéndose en un pequeño pantano en el que crecían especies vegetales típicas de esos ambientes: corocillo, junco, carruzo, lianas acuáticas; entre los animales: ranas, sapos, caracoles, culebras de aguas, tutecas e innumerable y fragosa plaga de todo tipo de insectos algunos de ellos trasmisores de enfermedades. En ese lugar fresco y sombreado se reproducían por miles la chicharra escandalosa, que emitía su agudo sonido hasta reventarse, sobre las ramas solo quedaba el caparazón.
Para mi era una maravilla la época de las chicharras debido a que no veía una y de pronto el bosque estaba repleto de este insecto cantarín; algunos las llaman cigarras, otros prefieren llamarlas coyuyo, a mi me agrada decirles chicharras. Los tres nombres son denominaciones vulgares de las distintas especies que pertenecen a la Familia Cicadidae.
Las chicharras tienen un cuerpo robusto e ingeniosamente coloreado con combinaciones de amarillo, verde, naranja, rojo, negro y pardo. Tal juego de colores junto a la lentitud de sus movimientos les permite pasar inadvertidas entre las hojas de los árboles donde viven. Son insectos tan inofensivos como bonitos, tentándonos a admirarlos entre las manos cuando uno de ellos se tropieza entre nuestros pasos. Tienen 4 alas, las dos más pequeñas son las posteriores que están ocultas y protegidas por las otras dos alas cuando la chicharra no está volando. Las alas anteriores son grandes y muy visibles. Los dos pares de alas son membranosos, en su mayor parte translúcidas y adornan a la chicharra con destellos brillantes cuando el sol las toca. Con las alas las chicharras pueden llegar a todas las ramitas que desean, viajando de árbol en árbol, jugando a esquivar las hojas.
Son insectos que viven en los árboles llamándoselo por eso arborícola, pero también los podemos ver en plantas herbáceas. Cuando se posan en un tronquito pueden sujetarse firmemente con sus seis patas. Así, desde el interior de la copa de los árboles observan con sus grandes y salientes ojos compuestos el movimiento del follaje y a los visitantes que llegan a descansar entre las sombras. Llevan en la cabeza tres ocelos que son ojos simples y dos antenas que también las ayudan a captar lo que sucede a su alrededor.
Durante el verano, en los días de intenso calor se puede escuchar el canto de las cigarras machos, llamando a las hembras para formar una pareja reproductiva. Sólo los machos son poseedores del órgano productor de sonido, el cual se encuentra a cada lado en la base del abdomen. Ese órgano estridulador consta de membranas quitinosas llamadas timbales y de sacos con aire que funcionan como cajas de resonancia. Suele verse un opérculo ocultando y protegiendo los órganos de sonido. Los machos cantan principalmente para llamar a las hembras a formar parejas pero también lo hacen para congregar a machos o ahuyentar enemigos. El canto es recibido por ambos sexos, machos y hembras, por medio de los órganos auditivos ubicados en el tórax y constituidos por tímpanos. Como las hembras deben estar alertas al llamado de los machos tienen los tímpanos más grandes para oírlos mejor!!!
Con el aparato bucal, las cigarras acceden al exquisito jugo acuoso del xilema de las plantas, su único alimento, tanto en adultos como en juveniles. Este aparato está formado por piezas bucales modificas llamadas estiletes. En la cabeza hay una zona hinchada que alberga internamente los estiletes enrollados. Externamente, continuando la porción hinchada de la cabeza, se observa un pico largo que lleva y conduce estos estiletes cuando son extendidos para atravesar los tejidos vegetales de plantas leñosas y herbáceas. Pocas especies constituyen un daño económico. Los huevos son ubicados en grietas en los troncos vegetales. Los recién nacidos al emerger caen al suelo y se entierran utilizando sus patas anteriores que están engrosadas. El desarrollo juvenil puede llevar de uno a varios años y consta de cinco mudas, es decir, 5 estadios ninfales o juveniles. Las ninfas, a diferencia de los adultos, viven subterráneamente, moviéndose entre las raíces para alimentarse utilizando sus estiletes. La ninfa V madura deja el suelo cuando las condiciones son favorables. Busca un sitio protegido, usualmente un tronco, se afirma con sus patas y se alista para mudar y dar salida al adulto. Es frecuente ver prendidas de las cortezas de los árboles las exuvias o exoesqueletos vacíos de las ninfas V después de salir los adultos. Los adultos emergen con cuidado y extienden lentamente sus alas, esperan a que estén listas para hacer su primer vuelo y luego se disponen a comenzar un nuevo ciclo de vida.
Otro animal que no me agradaba para nada ¡¡¡ era la garrapata, que en la época seca llenaban los potreros con su incomoda presencia infestándolos, era un suplicio visitar los potreros por el ataque nefasto, eran los guardianes de esa parte del paraíso, el sacrificio a sufrir para degustar las deliciosas frutas que allí se producían.
Los aborígenes utilizaron prácticas agrícolas para combatir las plagas con resultados efectivos entre las que estaban: el empleo de cenizas de la leña quemada en el fogón, en la noche regaban sobre el piso de tierra dentro de la cabaña de paja, con esto ahuyentaban al peligroso chipo, que enfermaba con el mal de chagas. Empleaban el fuego cada cierto tiempo para quemar los rastrojos para eliminar la plaga sobre todo las garrapatas. Los lugares bajos los anegaban varios días, los animales y plantas que no se adaptaban morían o huían. Criaban y respetaban los animales que se alimentaban de plagas como pájaros, las gallinetas que cazaban víboras, culebras, arañas, babosas. Protegían las culebras cazadoras que controlaban la población de roedores y de culebras venenosas; otro animal que cuidaban y respetaban era la tuteca, que se habituaba a vivir en lugares secos y oscuros, los aborígenes los criaban en las chozas, se alimentaban de chipos, zancudos, ranas y otras plagas nocivas que pululaban en el ambiente seco y semiárido del pueblo.
Utilizaban el barbasco, planta que crecía en las quebradas, machacaban las hojas y tallos con la que preparaban un brebaje concentrado con el que combatían orugas de mariposas, y otros insectos que atacaban sus cultivos. Empleaban el chimó para el control de endoparásitos: tenias, áscaris; y ectoparásitos como el nuche, larva de una especie de mosca que depositaba los huevos bajo la piel de las personas y los animales. Con el tabaco molido y triturado combinado con agua lo dejaban macerar para rosearlo sobre las plantas para combatir diversas especies de plagas. Practicaron la rotación de cultivos, el barbecho y el policutivo con lo que el ataque de plagas disminuía.
El los árboles altos colgaban tatucos de avispas negras, estos insectos se reproducían de forma intensa, construían con celulosa y barro preparados por ellas la superficie del panal que era fuerte de color grisáceo, por dentro era hueco con los panales en los que criaban las larvas que alimentaban en un inicio con una sustancia adul curada, posteriormente las alimentaban con insectos, con lo que ayudaban a los aborígenes en el control de las plagas.
Las avispas negras son muy ariscas y territoriales, atacaban a las personas y los animales que se acercaban al panal; era costumbre de mis amigos pasar por el lugar en el que estaba el tatuco en silencio, algunos sabíamos los lugares en los que colgaban los habitáculos de los insectos, por lo que nos adelantábamos al grupo, cogíamos piedras y todos la vez las lanzábamos, alcanzábamos a disparar hasta cinco proyectiles, la superficie del tatuco se oscurecía y en pocos minutos revoloteaban con un zumbido característico cerca de nosotros, era el momento en el que salíamos corriendo, algunas se pegaban en el cabello para clavar sus aguijones, otras se pegaban a la ropa; los compañeros distraídos que venían rezagados soportaban el ataque del enjambre, desde lejos oíamos las mentadas de madres, las maldiciones, las promesas de venganza y el juramento de lavar la afrenta; lo cierto es que algunos regresábamos a nuestros hogares con uno o varios chichones en la cabeza, un ojo semicerrado, la mejilla abultada y la dignidad herida gracias a la venganza de tan iracundos insectos.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡LES ESTOY DICIENDO QUE EN EL PATIO DE MI CASA HAY UNA MATA DE PALMA FRONDOSA Y EN ELLA HAN SALIDO UNOS FRUTOS MUY RAROS Y ALLÍ SE HAN ALOJADO ABEJAS MARRONCITAS Y COMO HAGO PARA ELIMINARLAS, LES TENGO MUCHO MIEDO!