jueves, 22 de mayo de 2008

RUTA BARRIO LAS FLORES -- LA PELOTA - LA HECHICERA



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































RUTA BARRIO LAS FLORES LA HECHICERA


Se describe la ruta que va desde el barrio Las Flores en el sector de la Otra Banda, avenida Los Próceres en la ciudad de Mérida. A este lugar se ingresa por el sector El Caucho, cuatrocientos metros màs abajo del centro comercial Los Proceres; al inicio de la ruta todavía en la ciudad se observan casas muy antiguas, construidas hace más de cien años, con estilo colonial, las que están derribando para construir edificios, por lo que es importante desarrollar por ante la Alcaldía del municipio Libertador (Mérida), de allí que es oportuni presentar proyectos urbanísticos que permitan conservar la arquitectura colonial de la ciudad; en el lugar se observa el potencial que tenía la siembra del café, lo que permitía construir viviendas de tamaño y características que requirieron las grandes haciendas cafetaleras; se observa la presencia del bosque húmedo y de espacios en los que se practica la agricultura urbana, que lentamente sede lugar a la urbanización, con la pérdida de espacios para la gricultura, hasta hace pocas dedadas atrás, estos lugares desarrollaban intensos procesos agrícolas, se constituían en los proveedores de alimento para el mercado local, una especie de inmensa huerta que ha dado paso a los terrenos que están a la espera de al inversión de la construcción de los terrófagos. Desde ese lugar comienza el ascenso, caracterizado por el ascenso pronunciado por carretera pavimentada, ésta permite el acceso de vehículos de todo tipo hasta una altura de 2000 msnm, desde allí ingresan vehículos de doble tracción.

Esta ruta proporciona en la medida en que se asciende un mirador para observar parte de la ciudad de Mérida: el centro y el sur. La ruta después del pavimento se continúa con un camino de tierra amplio por el que transitan vehículos de doble tracción y bestias, se observa la vegetación propia del bosque nublado, esta área ha sido impactada significativamente por la actividad agropecuaria y de construcción de viviendas, se observa que no existen o se irrespetan las normas urbanisticas implementadas por la municipalidad, las leyes ambientales y el Decreto de Creación del Parque nacional Sierra La Culata, en pocos años estas montañas serán deboradas por la irracional construcción y crecimiento de la ciudad eliminando uno de los pulmones de oxigenación de la ciudad, propiciando el calentamiento ambiental de la ciudad, y afeando el entrono de la capital, permitiendo la construcción de barrios de invasion sin servicios que con el tiempo inciden en el ciclo de la pobreza y la pérdidad de calidad de vida de los habitantes de la ciudad. En cuanto a la fauna, escuche varios trinos de diferentes aves, es diversa y propia de ese piso climático. Al final de la vía de tierra para vehículos se continua con un camino por el que recorren solo personas y bestias de carga, se llega a la cima de la montaña, en la que se consiguen potreros para la cría de vacunos de forma extensiva.


Caminando por el sendero de tierra se avanza hasta un espacio debajo de dos o tres árboles de amplias copas, desde allí a cincuenta metros se consigue el desvío a mano derecha subiendo, este camino es bastante angosto y en mal estado, que atraviesa el bosque nublado, el camino en el tiempo de lluvia está anegado y con lodo en este sector, la travesía conduce a espacios amplios que han sido talados y convertidos en pastizales, se recomienda prestar atención en la ruta puesto que existen diversos senderos secundarios que hacen dudar al caminante. Allí oculta entre la vegetación se consigue una laguna, las flores, el depòsito de agua tiene una dimensión de aproximadamente veinte metro de ancho por cincuenta metro de largo. Al describir la laguna es oportuno el relato y creencia de las personas que habitan las montañas y páramos de los andes venezolanos, relacionadas con las lagunas y el significado que estas tienen para sus habitantes. Una de ella cuenta que, esos parajes está habitados por duendes, los que se enojan si las personas que la visitan hacen ruido y arrojan piedras al agua, entonces, su ira hace que el tiempo cambien se genere neblina y lluvia, que en algunos casos ocasiona que se extravíen los excursionistas, en señal de respeto las personas de los paramos recorren esos lugares en silencio en señal de respeto.

Se transcribe un trabajo del Lic. Enrique Rivas, que refleja de manera resumida y precisa la creencia que sobre este tema tienen los andinos. Rivas (2005) p.19 “Recorrer los paramos merideños, es sumergirse en un sueño de hadas para quien sabe apreciar y valorar las grandes obras de Dios”.
Muchas personas lo primero que piensan al mencionarle un viaje a través de los caminos del páramo, es el frío, cuando este es el elemento esencial de las alturas y entonces pierde la gran oportunidad de deleitar sus sentidos con los bellos paisajes que ofrecen las excelsas montañas que se hayan adornadas con el imponente frailejón y otros arbustos característicos de las tierras altas de la geografía merideña.

Hoy día es frecuente encontrar jóvenes y adultos amantes del montañismo, remontando escarpados caminos con su morral a cuestas para acampar en cualquier lugar donde los atrape la noche, tratando de cumplir el objetivo de alcanzar la cima de algún pico o llegar a laguna de las tantas que existen en los páramos para pescar truchas o descansar allí durante una horas y hasta días, encontrando momentos de paz y tranquilidad que ofrecen estos lindos rincones que hechizan a cualquier ser embriagado con el perfume del frailejón y el ruido de las aguas cantarinas que bajan de las alturas para alimentar las encantadoras lagunas donde en noches de luna llena nos podemos extasiar observando el disco de plata reflejarse en las limpias y cristalinas aguas movidas por el viento que produce un suave oleaje expandiendo un monótono ruido en el eco de la brisa que corre entre las gigantes montañas.

Cuando visitamos los páramos debemos tener mucho cuidado, pues igual que las aguas de mar a veces se tornan traicioneras; la naturaleza es muy sabia y cuando abusamos de ella nos castiga. Son muchos los cuentos y leyendas relatadas por nuestros ancestros sobre los misterios que guardan los páramos cuando nos portamos mal con estos, entre las principales recomendaciones que nos han hecho son: no lanzarle piedras a las aguas de las lagunas, porque estas se enfurecen de una manera misteriosa que no nos permite una estadía agradable, en consecuencia pasamos calamidades obligándonos muchas veces a regresar y hasta desistir para siempre de una nueva visita o excursión por estos lares dotados de mágica belleza que encanta al visitante.

Mientras respetemos las leyes de la naturaleza podremos disfrutar a plenitud de los encantos naturales que nos ha legado el Creador de manera tal, que al regresar a nuestro hogares llevamos una imagen agradable de nuestra geografía paramera acompañado de una increíble paz interior que nos incita a buscar una nueva oportunidad de encuentro con Dios e los paramos, por lo tanto ¡cuidémoslos porque ellos son como los huertos de Dios¡”

Otro relato sobe la magia de las lagunas de los páramos merideños la encontramos en Rodríguez (1996) P. 278 “Culto que los indios de Mérida
tributaban a las lagunas. Hemos dicho que los indios de la cordillera de Mérida rendían culto a las lagunas al hablar de los sacrificios humanos que los mucuúnes de Lagunillas, hacían en honor de la deidad tutelar de la laguna. Multitud de consejas de remoto origen se nos han referido por los descendientes de la tribus aborígenes de estas comarcas debido a la atención que siempre les prestamos en las ocasiones habidas para quien como nosotros hemos sido agricultores más de treinta años en los términos de las mismas tribus antiguas.

Sorprendente analogía se encuentra entre estas consejas populares y los viejos mitos de las naciones más adelantadas de la América precolombina: al igual de los Chibchas, Incas, Mayas, Achaguas, Aztecas y otras gentes, creían los Mucus, que había habido un diluvio que ahogo toda la gente; volviéndose a repoblar el mundo según los Ingas por Manco Capac y Mama Olle, que salieron del lago Titicaca.

Semejante tradición tenían los Mucus para quienes de la laguna de Santo Domingo salieron un hombre y una mujer con su cántaro y en la larga peregrinación por toda la cordillera de los Andes fueron dejando lagunas gotas de agua de las que se originaron lagunas, que al llegar a Lagunillas sitio que escogieron para fundar su raza, el cántaro se rompió y ellos desaparecieron dejando la población y la laguna más grande.

Los Tainos de Haití, según oyó el Padre Román Pasie de boca de los indios se creían descendientes de Joya e Itiva quienes también con una cántaro o calabaza provocaron un diluvio originándose el mar y dando nacimiento a los primeros hombres. Catana Manoa significaba para los Achaguas una laguna grande el diluvio universal, de la primera contaban maravillas y fue tal vez el origen del mito del Dorado. Sabese por cronistas, que los Muiscas , decían que una gran inundación había cubierto en tiempos remotos las sabanas de Bogotá y que habiendo perecido todos los hombres, una pareja humana había salido del lago de Guatabita y vuelto a poblar el mundo ; por tal causa rendían especial culto a los lagos de su territorio y consideraban sagrado al ya dicho; erigiéndolo santuario y celebrando en ciertas épocas del año la ceremonia del cacique que se cubría con polvo de oro y se sumergía en sus aguas; origen más probable del mito del Dorado, del cual fue mera leyenda desfigurada la creencia de la Manoa de los Achaguas.

Acerca de este sitio de maravillosa riqueza, donde se hallaba un encanto, hombres de oro con animales del mismo metal, múcura s y pailas; hemos oído en boca de los descendientes de los indios de Jají que en las cascadas que forma el río González existe este lugar recóndito que algunos han entrado y visitado en lo más áspero e inaccesible de aquellas gigantescas rocas por donde se despeña el río y corre dando saltos por el entre tupido y secular bosque de belleza salvaje donde se contempla y mora el airón de plumas verdes, azules y tornasoladas, semejante al quetzal azteca.

La leyendas y sedimentos de las antiguas teogonías aborígenes se conservan aun en las descendientes de las tribus Mucus, católicos ostensiblemente pero viejos y empedernidos idolatras, prestos siempre a la superticita creencia en lo sobrenatural y milagroso en sus mojanas que aun los curan con soplos y chupadas y en el misterio de las profundas y tranquilas aguas de las lagunas de los páramos andinos, como esta de Santo Domingo, por cuyas orillas va el camino de Mucuchíes a Barinas de claras, frías y cristalinas linfas, según los indios cuando quedamente se pasa cerca de esa mansión de seres sobrenaturales, que si se irritan harían llover, tronar y ventiscar hasta perderse el viajero imprudente entre las cañadas cubiertas de nieve.

De las creencias de los Mucus participaban los Cuicas grandes idolatras cuyos santuarios eran tan numerosos que en dos de junio de mil seiscientos ocho escribe al obispo de Venezuela al rey de España, a propósito de la visita que acaba de efectuar que personalmente había destruido mil ciento catorce santuarios, casa e ídolos, sin más otros cuatrocientos que por mi instrucción se quemaron…no me ha valido un real cosa desta porque si los indios vieran que me aprovechaba algo de sus ofrendas no hubiera dado ni declarado sus ídolos” Según Cardozo(1967) “ solo ha quedado comprobado el sacrificio de niños en las cercanías de Lagunillas de Mérida: acostumbraban los Timoto lanzar a la laguna del Urao, estas criaturas a fin de obtener de la divinidad el remedio a algunas calamidades colectivas”

Panteístas por excelencia como hemos dicho toda la naturaleza tenía para los indios alma, por eso los Mucus, agricultores apasionados necesitaban y necesitan aun que llueva de manera sobrenatural para que germine y crezcan las plantas de sus sembrados, pero veneran también las profundas y misteriosas aguas de las lagunas que se hallan en los solitarios páramos andinos, al pie de los glaciares en pleno trópico cuya cristalina linfa tantas veces retrata la interrogante y asombrada imagen del campesino, cuando el iris rutilante colora el ancha comba se resuelva en calientes gotas
Que cree la producirán ulceras aunque murmure: 2 cuando llueve y hace sol son las gracias del Señor”.

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